René Avilés Fabila  René Avilés Fabila

A propósito de la Novela de Avilés Fabila
Odette y el Afrancesamiento*

Mempo Giardinelli

A principios de los años 70, en Buenos Aires, la Editorial Fabril editó El gran solitario de palacio, agresiva y virulenta novela del entonces desconocido autor mexicano René Avilés Fabila. Así, los acontecimientos de lo que se llamó entonces “el 68 mexicano” se instalaron en la literatura latinoamericana, gracias a la visión de aquella casa editora que lanzó más de una decena de ediciones.

La década transcurrida fue fecunda para este autor, que en cierto modo debió enfrentar el autodesafio de superar aquella producción desmañada, pero brutal, tan vigorosa como dramática. Una búsqueda que, al paso de cuentos y novelas, parece concretarse ahora en La canción de Odette, última pieza de Avilés en la que aparentemente cambia los escenarios y los personajes si bien conserva algunas esencias de su primera intención: la destrucción de la burguesía. Porque a eso puede resumirse la obra de Avilés, quien alguna vez dijo que “es difícil esto de volverse burgués” y por eso pareciera que lo analiza desde su narrativa.

En esta novela, el esnobismo, la frivolidad y la superficialidad de la clase media es, de alguna manera, el tema central. El afrancesamiento caló hondo en la cultura de los países subdesarrollados, pero esta vez es narrado no con un tratamiento a lo Carpentier sino desde la perspectiva de la soledad de un personaje que ama a la bella Silvana y admira a la veterana Odette, que lo deslumbra pero que a la vez aborrece. Y que, como en ese memorable final de la novela, cuando la magia corporiza a las dos mujeres en una playa bajacaliforniana, lo condena a la soledad más absoluta. Una soledad que sólo encontrará paliativos en el mundo de la fantasía: “Los tres. Juntos siempre. Quizá en El Jardín de las Delicias”.

Con erotismo atenuado, y con cierto barroquismo cultural apropiado para la trama, Avilés, casi casualmente, lleva al lector por los caminos de la problemática de la pareja, de los triángulos amorosos, de la tragedia burguesa, de la magia mexicana y hasta del más exquisito humo gastronómico. Así, aparentemente sin grandes aspiraciones con una falsa displicencia, el autor no deja títere con cabeza ni solitario con esperanzas. Y ésa es, parece ser, la clave de la narrativa de Avilés.

La canción de Odette es una novela bella, sugerente, que tiene el tono preciso que necesita esta temática del autor, quien ha dicho estar alejándose de la literatura, cuando —paradójicamente— más cerca, más en ella se encuentra. Porque, claro, si alejarse de la literatura es salir de la obra de choque, de la escritura de intención política y denuncista, para incursionar en la fantasía y la sátira, por ejemplo, bienvenido sea. Como dice el mismo Avilés, “la literatura es un oficio que va madurando con el tiempo”. Y el tiempo, parece si da madurez no necesariamente quita las intenciones esenciales de los escritores. En este sentido, puede hablarse claramente de un importante crecimiento en la obra de Avilés. Con humor, con imaginación, con sarcasmo —y a la vez con amor, nostalgia y una cierta piedad— disecciona a una sociedad con la que parece pelearse cada día. Y eso mismo viene a explicar lo profundamente mexicano de los textos de Avilés.

Cuarta novela de su producción, La canción de Odette instala a este autor de sólo 42 años, en una definitiva y saludable madurez narrativa.

* Publicado en Excélsior. Lunes 1° de noviembre de 1982.