René Avilés Fabila  René Avilés Fabila

El gran solitario de Palacio*

Luz García Martínez

“Carajo, qué soledad”, es el epílogo de la novela política El gran solitario de Palacio, escrita en París en 1971 por René Avilés Fabila. Veintidós años después, la soledad del pueblo mexicano es patente en todos los sentidos.

La importancia de esta obra ha sido reconocida en innumerables ocasiones. Es notable destacar la belleza literaria con que el autor expone, con dolor, rabia e ironía, no sólo la atroz matanza del 2 de octubre y el movimiento estudiantil de 1968, sino la descripción que hace del sistema político mexicano y la renovación de su Caudillo -Presidente- en cada sexenio. Sistema político gestado desde 1929 y basado en el paternalismo, presidencialismo y unipartidismo.

¿Nuestro sistema político es eterno?, o, más bien, es la dictadura perfecta, como afirmó recientemente el escritor y político Mario Vargas Llosa. Ya desde la advertencia de la novela, Avilés Fabila expone la permanencia del sistema: "Cada seis años es transformado física y mentalmente y de nuevo se somete al voto popular porque es democrático y revolucionario." Así, 60 años de hegemonía política, económica y social son descritos en la obra a través de los cambios maquillados sexenalmente para que el sistema, simplemente, siga igual.

Longevo sistema cuyas características son -subraya el autor- la sumisión y corrupción políticas de los funcionarios públicos, la utilización del Ejército y la policía como elementos represivos del Estado, el ataque por todos los medios posibles al fantasma rojo del comunismo, el respeto a las creencias religiosas, la utilización de los medios masivos de comunicación por la estructura del poder a través del clásico "chayote" a los periodistas por los beneplácitos a las acciones gubernamentales, la utilización de la televisión como vehículo que denigró al movimiento estudiantil o de periódicos como El Sol Caliente que minimizan el hecho y lo presentan como una provocación comunista; así como el manejo de la imagen pública del Caudillo y el acarreo político para facilitar "ilusoriamente" la legitimidad del sistema. Por ello la vigencia de esta obra, ya que desde el inicio el lector encuentra en sus metáforas e ironías una relación directa con la realidad y cotidianeidad en la que vive.

La novela está escrita a través de una intertextualidad literaria de tiempos y espacios alternos: nos describe al sistema político y su feroz presidencialismo a la par de la narración de la vida de cinco jóvenes estudiantes: Sergio Montoya, Raúl Escobar, Felipe,Alicia y Graciela. Imágenes simbólicas de aquellos tantos seres que participaron o perdieron la vida durante la represión estudiantil. Seres que se entregaron a una causa, a ideologías y personajes políticos que en este fin de siglo se tambalean: Marx, Engels, Lenin, el Che Guevara, Fidel Castro, Mao, Ho Chi Min.

Jóvenes que viven después de la matanza, la represión y tortura física y mental de sistemas carcelarios indignantes para el ser humano: fusilamientos simulados, amenazas, hornos crematorios para los desaparecidos.

Sergio Montoya es uno de los líderes del movimiento estudiantil de Filosofía y es encarcelado junto con miles de personas en el campo militar el 2 de octubre. Donde el Ejército hace uso de esa tortura física y mental para que delaten a los líderes, cosa que logran finalmente con un adolescente por el terror de ver masacrados a miles de seres en un frío cuarto, entre ellos a Alicia, desnuda e inerte y junto con ella truncas las ilusiones y anhelos por una vida mejor. Adolescente que clama: "No pude ser héroe" y quién puede serlo ante tanta crue¬dad y bajeza. Y la "V" de la victoria se transforma en "V" de la vileza ejercida contra seres indefensos, ante un ejército despiadado. Mártires que cayeron como gotas de lluvia, extinguiéndose sus frágiles vidas ante la locura demente de un sistema. "Al frente tienen la eternidad y ésta es oscura y sin fondo."

Seres inquietos que profanaron la imagen presidencial y cuestionaron a un sis¬tema sustentado en los principios revolucionarios de 1910, en una lucha por apertura y libertades democráticas. Seres que después del hecho trágico sienten que “el cuerpo duele terriblemente. Duele." Sí, duele el despotismo y autoritarismo del sistema y su Caudillo ante los preparativos de la matanza porque "el Presidente de¬cide acabar con los males de un golpe: liquidar el movimiento cueste lo que cueste". Masacre donde los tanques y las bayonetas son el símbolo de la represión.

El autor plasma también espléndidamente la soledad palaciega del Caudillo ante los acontecimientos que rebasaron su autoridad y hegemonía, le hacen temblar y su respuesta es la amenaza presidencial y la represión. Una soledad palaciega que no admitía que el movimiento llegara frente a Palacio con medio millón de personas por voluntad propia. Y ante la falta de fuerza para detenerlo por lo fallido de sus métodos de captación y sobornos entre sus dirigentes, se ordena el gran crimen, porque un monumental acto deportivo se avecinaba y la imagen del país no podía seguir del deteriorándose.

Semana Deportiva -la llama Avilés Fabila- donde un joven boxeador obtiene una medalla de oro, que hace que la sociedad se funda en un júbilo explosivo por "la gran hazaña", mientras miles de almas son silenciadas, pisoteadas, desaparecidas y escindidas sus vidas aquella noche del 2 de octubre de 1968.

¿Y después de esa noche qué…? Después nuevamente la cirugía sexenal del Caudillo y el gobierno para repetir la danza política, la gran mutación del sistema y el advenimiento del nuevo Caudillo. ¡Muera el rey, viva el rey! La adhesión de los seguidores fieles, líderes obreros y campesinos, el acarreo político en plenitud nuevamente del Partido de la Revolución Triunfante. ¿Triunfante? Más bien desgastante. Al nuevo maquillaje se suman consignas como "país tercermundista", “reforma política", las clásicas promesas a obreros y campesinos, el ahora sí se hará la reforma agraria, mejorarán los salarios y las condiciones de vida, factores esenciales para el ser humano.

Además, la ironía de los incomprensibles discursos trillados con exaltación de los héroes nacionales. Avilés Fabila narra en un juego satírico e irónico la campaña presidencial que lava los defecos y errores del pasado régimen para crearle un nuevo rostro al sistema político.

Al final de la novela, Felipe, Patricia y todos aquellos que participaron en el movimiento estudiantil del 68 ya no son los mismos. Un sólo día, el 2 de octubre, en la Plaza de las Tres Culturas, marcó para siempre sus vidas y al sistema mismo. Vidas que fueron rotas por un momento de prepotencia y autoritarismo de un sistema político que, desgraciadamente, sigue maquillándose y revitalizándose cada sexenio.

René Avilés Fabila, El gran solitario de Palacio, Premia Editora, México, 1988. 172 pp.

* Publicado en el periódico Excélsior. Sección cultural El Búho. Domingo 28 de octubre de 1990