René Avilés Fabila  René Avilés Fabila

"El gran solitario de palacio"*

Gonzalo Martre

¿Crees que en México es posible publicar cualquier obra por subversiva que ésta sea?

“Hay serias limitaciones para los periódicos y revistas que no siempre hacen gala de Independencia y autonomía, es decir, frecuentemente hay censura. Por lo que respeta a libros el problema es bien diferente. Y si es posible afirmar que en México se ha podido publicar prácticamente todo digo prácticamente por que hay obras que nunca vieron la luz. Pero en términos generales se puede editar sin mayores dificultades. En este sentido el Estado mexicano ha sido inteligente. Aquí tenemos para empezar un número mínimo de lectores. Los porcentajes de analfabetismo son altos y asimismo habría que ver lo que leen, si es que lo hacen, las personas recién alfabetizadas.

"Por último podemos ver que los tirajes casi siempre son reducidos; cuatro o cinco mil ejemplares para un país de sesenta millones de habitantes y para más de doscientos millones de hispanohablantes. Esto significa que los libros están destinados a un mínimo publico-lector y ese público-lector tiene más o menos definida su postura ideológica, por lo que el libro, por subversivo que sea por explosivo que resulte pierde fuerza. De ahí que se pueda leer sin cortapisas a Marx, a Mao, a Lenin, al Che, o a Fidel Castro. No son obreros ni campesinos los que consumen estas obras "peligrosas", son estudiantes son intelectuales que simplemente buscan un conocimiento determinado y no intentan transformar la realidad nacional. Es todo.

"Finalmente el sistema capitalista está constituido de tal forma que todos esos libros subversivos y violentos sólo enriquecen al editor y al comerciante en los casos de las playeras las calcomanías y los carteles con la efigie del Che Guevara. No hay ninguna razón para establecer, como en Chile o en España una oficina de censura. En los medios masivos de comunicación la tónica es otra y el Estado tiene más cuidado. Por ello, la censura va desde el simple colaborador hasta el director pasando por personas intermedias”.

¿Literariamente crees que el tema de esa célebre matanza siga siendo válido?

“Naturalmente. El tema es muy rico y tiene mil posibilidades. Incluso creo que se ha escrito insuficientemente sobre él. El éxito, desde luego, dependerá del tratamiento de la forma”.

¿Supones entonces que El gran solitario de Palacio es vigente, que se justifica esta tercera edición?

“Creo que si. Y lo creo por dos razones: en México, como en el resto del mundo la literatura comprometida tiene un marcado interés. Y además me parece que los capítulos referentes a las miserias morales de la campaña presidencial (la cargada y esas cosas), el ver a un partido derrochar dinero y recursos de esa manera, dinero y recurso que no le pertenecen, que han salido de los impuestos y que conforman la segunda parte de la novela se repiten hoy en día con precisión matemática de igual manera que se repiten cada seis años Más todavía, en mi libro sólo hay un candidato, como ahora lo hubo. Para finalizar te daré una opinión emocional: si hay libros que carecen de valores literarios y testimoniales que ya andan en sexta séptima y octava ediciones, no veo la, razón por la cual mi novela permanezca engavetada después de probar su eficacia ante públicos tan distintos como el argentino y el nuestro”.

CITANDO SE SIENTE LA MUERTE

¿Dónde estabas la noche del 2 de octubre de 1968?

“Corriendo para salvar mi vida huyendo de policías y militares. Nunca me expliqué cómo pude salir de esa trampa mortal; Fue uno de los momentos más angustiosos de mi existencia lo digo en serio. Sentir la represión, la muerte cerca, es algo atroz. Recuerdo haber visto durante el mitin a Emmanuel Carballo: después, cuando volvimos a encontrarnos, ambos nos hicimos la misma pregunta aún desconcertados: ¿cómo pudiste escapar? Ahora, retomando palabras anteriores, ¿crees que quien perdió un hijo o un amigo o padeció torturas podrá olvidar esa trágica noche? José Revueltas me contaba la persecución de que fue objeto, del trato carcelario de las humillaciones de la vigilancia policial a la que fue sometido, en fin a todo aquello que a la larga quebrantó su salud y su moral acelerando su muerte y hablo del más grande narrador que hemos tenido, del único qué logró que la literatura y la militancia política fueran de la mano sin caer en el realismo socialista”.

¿Esto significa que la novela es un tanto autobiográfica?

“En cierta, medida si, aunque más que contar mis experiencias y mis impresiones de esos meses de lucha estudiantil se trata —y en la advertencia queda claro— de dejar constancia de la realidad mexicana, una realidad terrible.
Tú estuviste por aquellos días en París, ¿por qué te fuiste, fue autoexilio?

“En efecto, fue autoexilio. Pero fracasé y tuve que regresar a México, digo fracasé en la medida en que no tuve los medios económicos para sobrevivir en Francia. Tenía una beca y cuando ésta concluyó luego de tres años no me quedó más remedio que regresar.

EL ESCRITOR Y EL CAMBIO SOCIAL

¿Volverías a irte del país?

“Estoy insatisfecho de México. Este no es el México que yo quiero, es el México de la burguesía del PRI. del subdesarrollo de los capitalistas de Monterrey de la demagogia de la corrupción, de la injusticia del capitalismo pendiente de los influyentes. Por otra parte, nuestro pueblo está embrutecido enajenado: sus valores se reducen a si tienes casa propia o auto último modelo y tarjetas de crédito por lo que respecta a los sectores medios y altos obreros y campesinos mejor callar. Es un pueblo donde la literatura apenas tiene cabida, donde la inmensa mayoría no sabe valorarla, donde saben quién es un boxeador o un futbolista e ignoran quién es Juan Rulfo o José Revueltas. Y yo amo por sobre todas las cosas a la literatura que tanto se desprecia.

“Pero el hecho ambicioso a todas luces, de querer contribuir en cualquier medida al cambio positivo de México a la lucha por el socialismo me detiene aquí. Considero que el escritor debe intentar por todos los medios a su alcance transformar a la sociedad; aunque en este punto no me hago muchas ilusiones. En efecto, ahora sí podría irme de México: tengo los recursos económicos, los contactos en otros países. Además nunca me he sentido mal fuera, al contrario; respiro aliviado cuando estoy a salvo de nuestro agobiante nacionalismo (fomentado para desviarnos de causas más amplias e inteligentes); no extraño ni el mole poblano ni los chiles verdes, tampoco los mariachis; puedo adaptarme a cualquier sociedad a diferencia de la mayoría de los mexicanos que viajan como vampiros llevando un poco de tierra nacional, trasplantando sus costumbres por breves lapsos y viviendo en la nostalgia del paraíso perdido.

“Lo hallo desolador y no puedo ser optimista. Lo lamento. Muerto Revueltas queda un vacío inmenso, Rulfo y Arreola no escriben o no publican, como quieras. Y Carlos Fuentes es ahora un burócrata incapaz de volver a la fuerza que lo caracterizó en sus primeros años de escritor. Lo más grave es que muchos de nuestros grandes narradores se han convertido en panegiristas del sistema, peor todavía del propio presidente de la República, perdiendo sus cualidades —si es que, alguna vez tuvieron—, de intelectuales críticos honestos, combativos, al servicio de las causas más positivas y valederas. Sólo falta que el IEPES nos diga cuáles son las necesidades del próximo gobierno en materia literaria para liquidar el poco prestigio que resta entre nuestros novelistas.

“Supongo que muchos autores aceptarían encantados la posibilidad de ser embajadores y miembros del Colegio Nacional o de recibir un empleo bien remunerado. Sin embargo, me parece que en las generaciones más jóvenes hay escritores interesantes que además están comprometidos en las luchas políticas, que militan en la izquierda, que tienen conciencia de los problemas del país y del callejón sin salida por el que nos conduce el Estado. Sólo espero que estos jóvenes no estén simplemente aguardando el momento propicio para dar el gran viraje e introducirse de lleno en el sistema. Por desgracia nuestra historia está llena de tan tristes ejemplos”.

* Publicado en el periódico Excélsior. Diorama de la cultura.